El artista Miquel Barceló nacido en Mallorca en 1957 se encontró con el mayor reto de su carrera en septiembre de 2007: pintar la cúpula de la Organización de Naciones Unidas de Ginebra.
El proyecto en principio asustó al mallorquín que se abrumó al encontrarse con 1400 metros cuadrados para su proyecto. Según sus propias palabras, Barceló quería “llevar la pintura a sus límites físicos” y el resultado fue impresionante.
El proyecto incluía la construcción de una estructura primaria de aluminio y una secundaria de lienzo reforzado que sirvió de soporte para las sucesivas cargas de pintura de silicio de la obra.
Costó 35000 kilos de pintura y nueve meses de trabajo en los que contó con un equipo de profesionales compuesto por 12 ó 15 personas, terminar la cúpula de la ONU.
La intención fue crear un mar revuelto, visto desde abajo y llenos de vivos colores. Su atractivo principal es que puede ser mirada desde distintos puntos de vista sin que prime ninguno, algo que Barceló relaciona con el mundo, multicultural y en el que todos somos iguales.
Aunque se compara esta obra con la capilla Sixtina (cosa que abruma al artista), la realización de este proyecto ha sido polémica hasta su inauguración el pasado 18 de noviembre. Ya que, aunque el arte no tiene precio, los 20 millones de euros que ha costado la remodelación de la sala XX de la ONU donde se sitúa la cúpula, asustan a cualquiera.
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