Philippe Starck, uno de los diseñadores más importantes del mundo, ha dedicado un poco de su tiempo valioso para una entrevista publicada en La Nacion, periodico Argentino, el 15 de febrero. Aquí mostramos un extracto de lo dicho por Starck que me parece una persona peculiar y muy interesante!
Cuando preparaba este reportaje me preguntaba si me iba a encontrar con una celebridad, con un artista bohemio o con un señor "fashion"... ¿Me ayuda a definirlo?
En una cultura de consumo, decir que se es una celebridad es completamente normal. Yo no tengo el software para construir una imagen de mí mismo. Simplemente, tengo una cierta filosofía, una cierta ética. Soy lo que ven: un aspecto físico diferente, productos diferentes y cosas que hacen que la gente crea que lo mío es una gran simulación. Pero no lo es.
Esperaba verlo vestido de negro. De negro absoluto.
Siempre visto de negro porque el viajar todo el tiempo me permite tener cosas semejantes en todas las casas, y en todos los hoteles. Tengo 150 sacos, 200 jeans y 340 pares de zapatos parecidos. No son siempre los mismos, pero no es por coquetería, como si fuera una estrella, sino porque es práctico. Nuestra manera de vestirnos (la mía y la de mi mujer) es también particular porque viajamos sólo en moto o en avión.
Me gustaría saber si el haber elegido el diseño en vez de la arquitectura le da más libertad de creación.
No creo que uno elija una vocación. Creo que uno es elegido por el oficio. Mi padre era inventor en aeronáutica, tenía una compañía de avión; mi madre era un poco artista. Por lo tanto, cuando uno está en un ambiente creativo, basado en la creación tecnológica, recibe una influencia muy fuerte. Aunque si pienso en la educación que me dio mi padre yo debería ser diseñador de estaciones espaciales.
Pero se convirtió en una especie de objeto de deseo. Lo buscan, le ofrecen suculentos honorarios. No es poca cosa.
Esa es la parte complicada. Cuando uno tiene un rigor extremo y no está en los salones, en los cócteles; cuando se tiene el coraje de vivir en lugares perdidos de la selva, en medio del mar, en islitas sin agua ni electricidad, entonces uno se ve forzado a tener ideas un poco novedosas. Luego, cuando uno ha pensado bien, trabajado bien, creado un producto con honestidad y generosidad, con una cierta visión de futuro, puede tener éxito.
Hace mucho hincapié en la honestidad y en la rigurosidad. ¿Esa es su ideología?
Soy esencialmente político. También se puede decir que soy filosófico. Y ambas cosas están tan radicalizadas en mí que se puede hablar de anarco. Estoy muy radicalizado.
El hotel de Alan Faena es uno de los más lujosos y sofisticados de la Argentina. Y lo decoró usted...
Si usted analiza el conjunto de mi obra, en hotelería puedo diseñar el hotel más lujoso y el hotel más económico con el mismo respeto, la misma creatividad, la misma generosidad. Soy el único en el mundo que ha estado en los dos extremos. Es decir, el único que puede diseñar una nave espacial para el proyecto Virgin Galactic, que vale 200 millones de dólares, y, al mismo tiempo, un biberón de dos dólares. Soy el único que puede hacer objetos completamente metafóricos y poéticos, como muebles y lámparas. El hotel del que usted habla representa, antes que nada, a Alan (Faena). Hay proyectos en los que soy totalmente yo, y hay otros proyectos donde el iniciador del proyecto es una persona tan fuerte que resulta más interesante ponerme detrás, y servir a esa visión.
¿Tenía alguna idea de la Argentina?
Nada de nada, porque a mí no me interesa ir al cine, no veo televisión, no leo los diarios. No vamos a cócteles, no vamos a exposiciones. Las únicas excepciones son hacer el amor y los libros. Yo estoy todo el tiempo en un espacio mental. Soy un soñador profesional.
Viendo lo que usted hace, ese discurso no parece muy creíble. Tiene sentido del humor, ¿verdad?
Sí, el sentido del humor es algo muy serio. El humor es la expresión de la teoría de la relatividad de Einstein. Cuando por azar o por conocimiento uno está ante la comprensión de la relatividad de Einstein, que para mí quiere decir que nada existe, eso nos permite tener una cierta distancia con la vida.
¿Qué opina de la pareja, del matrimonio? Parece muy enamorado.
El amor en su identidad completa, el enamoramiento y el amor sexual, ocupan el 99% de mi tiempo y de mis preocupaciones. Con mi mujer estamos siempre juntos, ni un solo segundo separados; me parece la única manera de vivir.
¿Es un hombre religioso? ¿Tiene fe?
He recibido una educación religiosa católica muy pesada que me ha llevado a detestar toda forma de religión y todo tipo de creencia.
Hablemos de los distintos adjetivos calificativos que se usan para la estética cotidiana. ¿Qué piensa del kitsch?
El kitsch no existe. Todo intento de encasillar, todo intento de poner una etiqueta a las afinidades humanas, es un fracaso. Porque lo único respetable es la libertad de poner color naranja, o de utilizar un violeta.
Entonces, ¿existe el buen gusto o el mal gusto?
El único beneficio de ser inteligente es reconocer las diferencias.
¿Qué es para usted algo realmente horrible?
Horrible es la gente que no quiere participar de la belleza, de la inteligencia. La haraganería es la cosa más terrible.
¿Qué siente cuando lo copian?
No me importa, porque cuando hago un producto o un sitio, si lo copian, lo que hacen son cosas mías de hace diez años atrás. O sea que son como cenizas.
¿Hay un estilo Philippe Starck?
Hay una lógica de pensamiento, una visión, una ética, una manera de hacer, pero no hay estilo.
Para Starck el errante, el concepto de hogar, obviamente no existe. Hoy está en Buenos Aires, pero su lugar puede ser París dos días al mes. Después de esta entrevista su avión lo llevará a algún lugar escondido, algo secreto, quizás una pequeña isla en Venecia, donde a veces convive con los pescadores.
Tenemos ese sistema de no andar nunca en auto; caminamos, caminamos mucho, también andamos en bicicleta o en moto.
¿Lleva equipaje?
Un bolsito. No tengo computadora ni celular.
Por Any Ventura
revista@lanacion.com.ar
Para leer toda la entrevista pincha aquí.
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